Por RAFAEL RODRIGUEZ HERNANDEZ
Me gustaría que alguien me explique cuáles son los parámetros “secretos” que tiene la Academia Sueca para otorgar el codiciado Premio Nobel de Literatura, porque en muchas ocasiones —la mayoría— son muy desacertados.
En el caso del Premio Nobel de Literatura 2008 este hecho es casi palpable. Jean Marie Gustave Le Clézio, un escritor y traductor nacido en Niza, Francia, era casi un personaje anónimo de este lado del mundo hasta que se le otorgó el citado galardón. Y la muestra de ello es que en las librerías de un país como Estados Unidos no se encontraba un solo ejemplar de ninguna de las obras del autor, aun meses después de ganar el Nobel.
Como cualquier lector responsable salí en busca de la obra de Le Clézio, para formarme una idea de su estilo y de los méritos que lo hicieron digno de tan prestigioso reconocimiento. Y todavía estoy buscando dichos méritos.
Para empezar quise leer alguna de sus obras más sobresalientes, pero me tuve que conformar con la primera y la única que hasta ese entonces —dos meses atrás— había en las librerías de Estados Unidos: “El buscador de oro”, una historia en la que el autor se pierde —y hace que el lector se pierda— en la búsqueda de un tesoro que nunca aparece ni tampoco se sabe a dónde va a parar.
Cuando termino esta novela, y luego de una agotadora búsqueda, llega a mis manos, directamente desde Barcelona —no la encontré en Estados Unidos— “La cuarentena”, la llamada obra maestra del autor. Para mí se convirtió en una verdadera cuarentena leerla, porque luego de cuarenta días ahogado en sus páginas no lograba “engancharme” en lo que el escritor quiso narrar.
“La curentena” trata de las peripecias que vive un grupo de viajeros que se dirige hacia la isla de Mauricio al quedar olvidado en un islote antes de llegar a su destino.
El problema no es que Le Clézio sea un escritor de quinta, esa no es mi idea, lo que sí creo es que hay un centenar de escritores dignos de un Premio Nobel, y que poseen una obra literaria mucho más premiable.
Al principio pensé que lo aburrido de estos libros podría ser por cuestiones idiomáticas, ya que en las traducciones a veces se pierde mucho de la esencia de una obra. Pero más tarde descubro que el autor ha sido traducido a varios idiomas, y en todos se ha encontrado con opiniones no muy favorables. Para la crítica literaria alemana Sigrid Löffler, Le Clézio “de alguna manera es terriblemente aburrido de leer”.
Casi se puede asegurar que los miembros de la Academia Sueca no toman en cuenta la amenidad del autor y sus obras al momento de premiarlas —me parece que ellos no leen a los autores que premian—, como tampoco es tan real aquello de que también se toma en cuenta el aporte a la sociedad a nivel mundial que hacen los galardonados. Aunque pensándolo bien Le Clézio sí aporta algo cada vez que alguien toma un libro suyo para leerlo: mucho sueño.