25 junio 2010

Caín (José Saramago)

El Caín de Saramago, al igual que el bíblico, hace una ofrenda a dios que éste rechaza, mientras que acepta la de su hermano Abel. Caín, celoso, mata a su hermano con una quijada de burro. Cuando dios le pregunta por Abel, Caín aduce que no es su guardián. Dios reclama a Caín la muerte de su hermano y lo condena al destierro. Si el Caín bíblico acepta su condena, no sin antes quejarse de su vulnerabilidad, ante lo cual dios lo protege con una señal en su frente, el Caín de esta novela reclama al creador su responsabilidad en la muerte de Abel, que se habría evitado si dios no hubiera rechazado su ofrenda.

Para abarcar diversos episodios de esta primera parte de la biblia, Saramago se vale de un recurso ingenioso: hace viajar a Caín en el tiempo, de modo que pueda ser testigo, si bien no protagonista, de escenas como la destrucción de Sodoma, el fracaso de la torre de babel, la construcción del arca de Noé, entre otras.

Un Caín indignado va descubriendo confirmando conforme avanza el libro la arbitrariedad y sed de sangre de un dios que no considera el suyo. Pero, a diferencia del Cristo de El evangelio según Jesucristo, que padece en carne propia la sevicia de dios, en Caín su protagonista funciona, como ya he dicho, sólo como testigo de los hechos, no implicado directamente en ellos, lo cual le resta dramatismo a la novela. En el enojo de Caín resuenan las convicciones de Saramago, de modo que el libro parece ser un pretexto para que el autor luso exponga sus tesis. Además, no termina de ser convincente la justificación de Caín para matar a Abel: más bien parece una estratagema del asesino para evadir, ante los demás y ante sí mismo, su propia responsabilidad.
(Fuente: www.revistadeletras.net)

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