Lo va a atrapar desde su comienzo. Lo obligara a olvidarse de su entorno. Hará que se entregue del todo a un libro que, en su género, tiene las de convertirse en un hito literario.
La construcción de la trama no pudo haber sido mejor tratada. Roncagliolo no solo sigue reglas establecidas por la novela negra clásica, sino que las mejora, al grado que hace que el lector acostumbrado a la ficción de perfiles literarios elevados no crea estar leyendo una obra repleta de suspenso y de recovecos inesperados por el entretenimiento que proporciona, y si una de características narrativas universales.
El autor coloca en su obra a elementos de la narrativa latinoamericana del siglo pasado. Algunos pasajes, de leerse fuera de contexto, asumen características oníricas de realismo mágico sin serlo: el autor los define como pesadillas. Otros, parecieran estar alimentados del surrealismo de Juan Rulfo, donde los muertos protagonizan. A veces, es como si la ciudad peruana de Ayacucho, donde se desarrolla, fuera la hermana gemela de Comala, la de Pedro Paramo.
Este pendiente el lector, pues aquí no falta ni sobra nada que no sea necesario: cada prosa y dialogo asume su lugar. Roncagliolo presenta una prosa escueta, de oraciones concisas, al grano. Está consciente que las divagaciones empalagosas y las regresiones innecesarias tienden a aflojar el flujo de una historia como esta, y poco las utiliza. Los diálogos precisos no podrían haber sido mejor utilizados o colocados. La exactitud de las palabras y su bien cuidado orden contribuyen a la velocidad con la que se desarrolla esta novela de sobre 300 paginas, para que se pueda leer de un tirón.
El autor peruano intercala estratégicamente una mínima historia paralela "de incoherencias (...) barbarismos", "escrita" por alguien que no conocemos - ¿o sí?-, y que hace que "un montón de palabras arrojadas al azar sobre la realidad" carezcan de sentido alguno hasta el mismo final. Es un recurso con mucha destreza utilizado que ata no solo el principio con el fin, sino al mismo lector quien al seguir hasta donde este lo arrastra, es convertido en participe y cómplice de la trama.
El protagonista, "el fiscal distrital adjunto Félix Chacaltana Saldivar", es un tipo muy complejo. En la mayor parte de la novela pareciera más papista que el Papa, utilizando los recursos permitidos por la ley en sus múltiples intentos por descubrir quién o quiénes son los asesinos de una serie de personas con quien él se ha cruzado. Sigue al pie de la letra lo estipulado por los registros del código civil que rige su profesión. Sin embargo, ya en la segunda parte, nos devela momentos en que la simpatía con la que nos había cautivado empieza a desmoronarse, a mostrarnos las garras de la imperfección humana. Tan es así, que hasta creemos verlo parte de la vorágine de sangre, violencia y muerte que, en este thriller magistral, nos presenta Roncagliolo.
Abril rojo merece ser leída no solo por los lectores habituales de narrativa en español, sino por los que creen que la literatura y la historia son aburridas. Esta obra rompe los esquemas trillados y echa al piso las percepciones preconcebidas.
Si nunca ha leído un bien logrado thriller en español, debe empezar con "Abril rojo".