15 febrero 2012

Siete lunas y siete serpientes (Demetrio Aguilera-Malta)

La historia de Candelario Mariscal está llena de horrores. Apareció un día, siendo aún un bebé, frente a la iglesia del padre Cándido, quien lleno de buena fe lo prohijó dándole muchos cuidados. Nada le hizo escuchar las advertencias de quienes le aseguraban que, andando el tiempo, el niño haría mal a todo el pueblo. Así, cierta noche cuando el cura estaba fuera del pueblo, el joven, borracho, incendió la iglesia, incidente por el cual su padrino lo echó de la casa.

Convertido ya en un matón abusivo, va a encontrarse con Josefa Quindales, a quien pretende. En forma de caimán llega a la isla de los Quindales y, al no encontrar a Josefa, da muerte a los padres y viola a la hermana de la muchacha. Años después, pide ayuda al brujo Bulu-Bulu parque Josefa, ya muerta, no deja de visitarlo noche tras noche.

Crisóstomo Chalen, otro beneficiado por sus tratos con el diablo, hace poner techos de zinc a las casas de Santorontón para recolectar el agua de lluvia y venderla luego a los pobladores. Así, se enseñorea de todos y, aliado con Gaudencio, el otro cura, y sus más fieles hombres, hace del pueblo de Santorontón un pequeño infierno. El dinero manda, y los pobres no tienen derecho a ninguna seguridad sobre el futuro.

Sin embargo, la llegada al pueblo de un joven médico que viene de la ciudad hace cambiar las cosas. Juvencio Balda apoyará en adelante las buenas ideas del padre Cándido. Junto con Clotilde Quindales y algunos otros solidarios feligreses del cura pobre se vencen la maldad y la explotación que prevalecían en el pueblo con la complicidad del padre Gaudencio y compañía.

Finalmente, Bulu-Bulu aconseja a Candelario casarse con Dominga, la hermosa hija del brujo. Sólo así aquél podrá quitarse de encima la maldición de Josefa Quindales, y Dominga dejará de recibir, cada noche, la visita de una serpiente que busca su virginidad. El pueblo entero se opone a que la boda se realice. Pero la intervención del Cristo quemado de don Cándido hace que los hechos tomen el curso adecuado. El padre Gaudencio, contra la opinión de las damas más ricas del lugar, bendecirá la unión.

Juvencio Balda, enamorado de Clotilde Quindales, le pide que se marche con él y ella acepta. En tanto, los malvados han recibido el castigo merecido y el pueblo ya no volverá a estar en manos de quienes sólo pretenden enriquecerse a costa del trabajo de los demás. Únicamente el padre Cándido sigue negándose a hacer las paces con su ahijado, quien viene a buscarlo para que asista a su boda. De nuevo el Cristo quemado hace escuchar su voz y convence al cura de que ya es hora de perdonar a la oveja descarriada que resultó ser Candelario Mariscal.

La historia de Santorontón, que bien pudiera ser la de cualquier pueblo americano, se enriquece con la inclusión de elementos mágicos en la narración. De este modo, no sólo hay un Cristo crucificado que suele bajarse de la cruz para conversar más cómodamente, sino también el diablo se aparece varias veces a quienes quieren pactar con él. Los animales de la selva, salvados alguna vez por el doctor Juvencio, actúan como seres humanos y combaten a los mandones que secundan a Crisóstomo Chalena.

Esta novela, publicada en 1970, está escrita en un lenguaje singular. Las historias maravillosas no forman parte de la imaginación, sino de la realidad. En Santorontón los muertos aparecen, los hombres pueden convertirse en caimanes o volar junto a Cristo para eludir el fuego, y un rosal, bien regado, puede florecer en la mano de un niño.

Esta insólita riqueza es la que hace de Siete lunas y siete serpientes una narración de indudable valor para la actual literatura latinoamericana.

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