En este contexto sitúa Moravia a la protagonista del libro, Cesira, una joven viuda que, exasperada por la situación de carestía en que se ve sumida Roma, no duda en coger sus ahorros y abandonar temporalmente su pequeño piso y su tienda en el barrio romano del Trastevere, huyendo con su hija Rosetta, una joven ya “en edad de merecer”, en dirección a su pueblo natal, situado en una zona montañosa entre Roma y Nápoles, con la esperanza de que “en el campo las cosas irán mejor”. Moravia nos proporciona por tanto, una vez más, dos personajes femeninos al borde de una situación límite. Si en La Romana se trata de una madre que empuja a su hija a la prostitución, en La campesina se trata de dos refugiadas que tratan de sobrevivir en un pais sin cabeza, y por tanto sin ley, ocupado por uno de los ejércitos más cruentos de este siglo, con el agravante de que se encuentra en el justo momento de darse cuenta que está perdiendo la guerra.
¡Ay que larga es esta vida! / ¡qué duros estos destierros! / ¡esta cárcel, estos hierros / en que el alma está metida! / Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, / que me muero porque no muero. —Santa Teresa de Jesús.
15 diciembre 2013
La campesina (Alberto Moravia)
En este contexto sitúa Moravia a la protagonista del libro, Cesira, una joven viuda que, exasperada por la situación de carestía en que se ve sumida Roma, no duda en coger sus ahorros y abandonar temporalmente su pequeño piso y su tienda en el barrio romano del Trastevere, huyendo con su hija Rosetta, una joven ya “en edad de merecer”, en dirección a su pueblo natal, situado en una zona montañosa entre Roma y Nápoles, con la esperanza de que “en el campo las cosas irán mejor”. Moravia nos proporciona por tanto, una vez más, dos personajes femeninos al borde de una situación límite. Si en La Romana se trata de una madre que empuja a su hija a la prostitución, en La campesina se trata de dos refugiadas que tratan de sobrevivir en un pais sin cabeza, y por tanto sin ley, ocupado por uno de los ejércitos más cruentos de este siglo, con el agravante de que se encuentra en el justo momento de darse cuenta que está perdiendo la guerra.