En el periodo colonial de Latinoamérica, más o menos para principios del siglo XIX, se presenta una marquesita en la víspera de su duodécimo cumpleaños. Esta niña es llamada Sierva María de Todos los Ángeles. Ella es hija de don Ygnacio de Alfaro y Dueñas, segundo marqués de Casalduero y de Bernarda Cabrera, una ex-contrabandista de especies. Sierva María fue una sietemesina que nació con el cordón umbilical alrededor de su cuello y por eso, se creía que iba a morir asfixiada. Dominga de Adviento, una esclava, ayudó a que ella naciese e hizo una promesa a la virgen que si Sierva vivía, ella se iba asegurar de que Sierva no se corte el pelo hasta que se case. Sierva sobrevivió. Sus padres nunca quisieron a Sierva María así que Dominga se encargó de enseñarle y criarle entre las costumbres, idiomas, religiones y el cariño de los esclavos negros, sin tener ningún contacto con los blancos.
Cerca del día de sus cumpleaños, Sierva es enviada con una esclava para hacer compras para la fiesta de su cumpleaños. En el Mercado, un perro con rabia la muerde en el tobillo izquierdo. Sierva María es curada y como no muestra signos de que está enferma, se despreocupan de la herida. Al cabo de unos días, llega una india que le cuenta al marqués que ella había visto todo lo que ocurrió con el perro. El marqués siente intriga y le hace varias preguntas a su hija sobre lo sucedido pero ella lo niega ya que, es costumbre negra mentirle a los blancos. Algún tiempo después, Dominga le confiesa al marqués que todo es verdad pero que la niña no ha sufrido de ningún síntoma que indique que está enferma. El marqués fue al médico del pueblo, Abrenuncio de Sa Pereira. Éste la examinó pero no le dijo nada que lo alentara, sólo le dijo que no es muy probable de que contrajera la enfermedad si ya no la ha contraído. Don Ygnacio se desespera y busca ayuda de curanderos, hechiceros y brujos pero éstos sólo empeoraron la condición de Sierva María. Dejaron a Sierva con las heridas abiertas y coja de la misma pierna, lo cual la obligaba a arrastrar su pierna. A los oídos del Obispo de la diócesis, don Torbio de Cáceres, llegaron noticias de lo que sucedía con Sierva María. Don Torbio mandó a que don Ygnacio viniese para aconsejarlo que debía internar a Sierva en el convento de Santa Clara, porque sólo Dios se podía encargar de ella. Sierva era considerada como endemoniada porque gritaba, sufría de convulsiones y se comportaba de manera extraña. Sin embargo, su comportamiento e idioma era el de una niña que se crió con los esclavos. El marqués, dentro de su ignorancia, decide seguir el consejo del Obispo. Sierva María es puesta en una celda para delincuentes, justo al lado de la celda de Martina Laborde, ex-clarisa condenada a cadena perpetua por matar a dos compañeras. El Obispo y la abadesa del convento deciden exorcizar a Sierva María creyendo que el demonio se camuflaba en enfermedades como la rabia. El título de exorcista se le otorga a Cayetano Delaura, discípulo del Obispo.
A todo esto, cada evento u ocurrencia que traía alguna desventura, se le atribuía al demonio de Sierva María. Cayetano, medio incrédulo y de pensamiento razonable, va diariamente hacia la celda de Sierva María para obtener más información sobre su condición. Cayetano, llega a la temible conclusión de que Sierva no estaba poseída sino que ella se comportaba como una niña blanca con mentalidad de negra que se le estaba forzando adaptarse al extraño mundo de los blancos. Al pasar un tiempo Cayetano se percata de que el está constantemente pensando en Sierva María y que siente una tranquilidad cuando está con ella y asimismo siente una desesperación cuando está lejos de ella. Por fin, él llega a una temible conclusión: estaba enamorado de Sierva María.
Cayetano, de treinta y seis años, con votos de castidad y servidumbre a Dios se había enamorado de esta niña de doce años con problemas con la sociedad. Él, avergonzado, oculta sus sentimientos y hace ver con que “es el demonio de Sierva” el que lo tiene así. Finalmente, se lo confiesa al Obispo y como castigo fue enviado un hospital de los leprosos y allí sus funciones incluían dirigir misa de las cinco de la madrugada. Sin embargo, Cayetano busca una forma de visitar a Sierva María. Mediante el uso de unos túneles, todas las noches Cayetano visita a Sierva. Él le confiesa su amor, enseña y recita versos de Garcilaso de la Vega, que según él, era ascendiente del mismo. Todas las noches ambos charlaban por horas, se inundaban de besos, se recitaban versos hasta que llegaba la hora en que Cayetano tenía que irse. Una noche Cayetano se quedó dormido junto a Sierva y por poco es descubierto pero la guardiana no vio a Cayetano. Una noche sucumbieron en la tentación de sentirse cuerpo a cuerpo pero se mantuvieron físicamente vírgenes ya que Cayetano querría mantener sus votos. Mientras tanto, el Obispo trataba de completar el exorcismo de Sierva María usando métodos crueles. Hizo que le cortaran el pelo como las clarisas entre otros. A todo esto, Cayetano buscaba una forma de sacar a Sierva del convento. Él fue a donde don Ygnacio, más este no lo encontró. Don Ygnacio se arrepiente de nunca haber querido a su hija y es encontrado muerto en un sendero después de haber hablado con su esposa fugada. Ella le dice que toda su vida junta a él fue planeada por su padre. Según el plan de su padre ellos se iban a casar, después que ella violara a don Ygnacio y engendrara un hijo. Después de casados, ella debía envenenarlo y quedarse con todas sus riquezas. El plan fue llevado a cabo pero ella no tuvo el corazón para matarlo aunque nunca lo amó en verdad.
Cayetano desesperado y loco se cree invisible y va corriendo hacia la celda de su amada. Lo que él no sabe es que habían movido a Sierva de celda y él le pasa por el lado a ella. Éste no escucha los llantos de ella y es atrapado por las clarisas y sometido al hospital de leprosos Del Amor de Dios como enfermero. Sierva María es sometida continuamente a los exorcismos y se deprime porque no sabe el porqué de la ausencia de Cayetano. Sierva rechaza comida y unos días después ella ya estando delgada se libra de las cadenas y patea al Obispo entre las piernas y lo deja en el suelo. Poco después, Sierva María de Todos los Ángeles es encontrada muerta de amor en su celda. Siglos más tarde se abre su ataúd y se ve que su cabello siguió creciendo hasta alcanzar la longitud de veintidós metros con once centímetros