Todo el contexto narrativo de ésta obra es en torno a los funerales de una figura extraordinaria en el ámbito político, social y económico, no tan solo del pueblo que ella “comandaba”, sino más bien de todo su país.
Nos relata el narrador con una retrospectiva cronológica, la grandeza de los eventos realizados en honor de su memoria, así como el recuento de todas las personas y hechos involucrados en este acto.
Nos hace mención del extremo poder que tenía esta persona, el cual no sólo venía de su gran riqueza sino de su capacidad de mando y su respaldo a la seguridad nacional, ya que ella garantizaba un orden en la economía y vida política de toda la nación al mantener la zona rural bajo un yugo aceptado conformemente por todos los habitantes de Macondo.
Era una persona de duro carácter con un poder de decisión mayor al de cualquier oficial civil o militar común puesto que ella podía designar mandatarios y derrocar otros, al tener en su poder tres baúles de cédulas de personas inexistentes o de personas que habían muerto hace siglos. Esto le hacía merecedora de todo el respeto por parte de los funcionarios actuales que con ella garantizaban su estadía en el poder.
Es por esta razón que el mismo Presidente de la Republica decreta 9 dias de duelo nacional y está a la expectativa de grandes cambios en el curso de su mandato que no necesariamente tendrían que ser malos, sino diferentes. Así mismo sucede con la Iglesia ya que esta era una ferviente Cristiana Católica y de igual manera debían ser las personas bajo su dominio, que no se atrevían a contrariar ninguna imposición de la Mamá Grande.
Es esto lo que impulsa al mismo Sumo Pontífice a tener que viajar del Vaticano para encontrarse con el cadáver de la difunta y hasta dar la última bendición, porque se creía que antes de hacer esto él no podría subir a los cielos en cuerpo y alma, como se esperaba de semejante persona.
Toda esta situación crea un ambiente de total confusión y hasta de desaliento para todas las personas que vivían en sus dominios, debido a que ellos no entendían que la Matrona era mortal, y mucho menos que no tan sólo lo era, sino que se estaba muriendo.
Sus posesiones terrenales le tomaron alrededor de tres horas para enumerarse y sus únicos herederos eran sus 9 sobrinos, ahijados, protegidos y sirvientes que desde que sacaron el cadáver a la zona exterior cerraron las puertas y comenzaron a repartirse la casa y demás propiedades.